El Internet de las Cosas (IOT) es un concepto que ya lleva en la sociedad varios años y que, a tenor de determinadas proyecciones, está llamado a significar un importantísimo volumen de negocio dentro de las nuevas tecnologías a nivel mundial. ¿Quieres saber qué significa Internet de las Cosas? Quédate leyendo y ¡descúbrelo!
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IoT: Todo lo que tienes que saber del Internet de las Cosas
¿Qué es el Internet de las Cosas o Internet of Things?
Una definición de Internet Of Things que nos servirá para la mayoría de los casos se refiere a “todo lo relacionado con la conexión a Internet de aparatos y objetos que no sean ordenadores”.
En esta definición enfatizamos que el escenario ya clásico es el de ordenadores conectados a Internet (PCs, portátiles, etc.), y que en la IOC se persigue dotar de conexión y “existencia” en Internet a objetos cotidianos que nos rodean.
Por ejemplo, hablamos de dar conexión a objetos como frigoríficos, puertas de casa, contenedores de basura, espacios de aparcamiento, farolas, estanterías de supermercados, tuberías de agua, automóviles, personas, bosques, y un largo etcétera.
En estos objetos cotidianos la conexión a Internet no tiene obviamente el mismo significado que tiene para nosotros la conexión a Internet de nuestro ordenador personal. El principal aporte de la existencia en Internet es la posibilidad de tener acceso remoto (literalmente desde cualquier parte del mundo) a información generada (o consumida) por dicho objeto.
Por tanto, Internet de las Cosas se refiere a los miles de millones de dispositivos físicos en todo el mundo que ahora están conectados a Internet, todos recopilan y comparten datos.
Gracias a la llegada de chips de ordenado y la ubicuidad de las redes inalámbricas, es posible convertir cualquier cosa, desde algo tan pequeño como un reloj hasta algo tan grande como un avión, en una parte del IoT.
Conectar todos estos objetos diferentes y agregarles sensores agrega un nivel de Inteligencia Digital a los dispositivos que de otro modo serían menos precioso, lo que les permite comunicar datos en tiempo real sin involucrar a un ser humano.
El Internet de las cosas está haciendo que el tejido del mundo que nos rodea sea más inteligente y receptivo, fusionando los universos digital y físico.
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Historia del Internet de las Cosas
La idea de agregar sensores e inteligencia a objetos «básicos» ya se discutió durante las décadas de 1980 y 1990 , pero aparte de algunos proyectos iniciales, incluida una máquina expendedora conectada a Internet, el progreso fue lento simplemente porque la tecnología no estaba lista.
Los chips eran demasiado grandes y voluminosos y no había forma de que los objetos se comunicaran eficazmente. Se necesitaban procesadores que fueran lo suficientemente baratos y económicos como para ser casi desechables antes de que finalmente se volviera rentables para conectar miles de millones de dispositivos.
La adopción de etiquetas RFID (chips de bajo consumo que pueden comunicarse de forma inalámbrica) resolvió parte de este problema, junto con la creciente disponibilidad de Internet de banda ancha y redes móviles e inalámbricas. La adopción del IPv6, que, entre otras cosas, debería proporcionar suficientes direcciones IP para cada dispositivo que el mundo (o de hecho esta galaxia) pueda necesitar, también fue un paso necesario para que la IoT escalase.
Finalmente, Kevin Ashton acuñó la frase «Internet de las cosas» en 1999, aunque la tecnología tardó al menos otra década en ponerse al día con esta visión.
Agregar etiquetas RFID a equipos para ayudar a rastrear su ubicación fue una de las bases del IoT.
El IoT fue inicialmente más interesante para negocios y fábricas, donde su aplicación a veces se conoce como de máquina a máquina (M2M), pero ahora el énfasis está en llenar nuestros hogares y oficinas con dispositivos inteligentes, transformándolo en algo que es relevante para casi todos.
Las primeras sugerencias para los dispositivos conectados a Internet incluyeron ‘blogjects’ (objetos que escriben en blogs y registran datos sobre sí mismos en Internet), computación ubicua (o ‘ubicomp’), computación invisible y computación omnipresente. Sin embargo, fue Internet de las cosas o IoT lo que se mantuvo hasta día de hoy.
¿Qué posibles usos puede tener en objetos cotidianos?
Así, por ejemplo, el servicio municipal de recogida de basuras podría hacer un uso más eficiente de sus recursos si supiera en tiempo real el grado de llenado de cada contenedor de basura de la ciudad.
Aunque no lo parezca, esta propuesta es real y merece la pena detenerse en ella como ejemplo casi perfecto del paradigma IOT. En esta aplicación, a cada contenedor de la ciudad se le adosa un sensor (volumétrico, por ejemplo, que es capaz de medir cambios en el volumen interior del contenedor, o por ultrasonidos, que básicamente mide distancias, en este caso sobre el eje vertical tapa-fondo).
Este sensor transmite de forma regular (aunque podría hacerlo solo cuando hay cambios) información sobre la ocupación del contenedor. Para transmitir los datos de ocupación, el sensor utiliza la red de telefonía móvil existente. No se requiere por tanto tener conexión a red local ni WiFi. El sensor tiene una tarjeta SIM interna, precisamente como las que tenemos en nuestros teléfonos móviles y que nos permiten acceder a Internet.
Es obvio que estos datos suponen una fuente de información valiosísima para los servicios municipales y que a buen seguro la inversión tendría un retorno considerable (pensemos en optimización de rutas, descubrimiento de tendencias estadísticas que permitan predecir días/horas de llenado en distintas zonas, despliegue y retirada de contenedores en función de la demanda, etc.).
Los objetos podrían tener su propia IP
Para existir en Internet, un objeto tiene que tener asociada una dirección única. Esta dirección, que ya se venía y se viene utilizando en todos los ordenadores conectados a Internet (y que ahora también utilizarán otros objetos), se conoce como dirección IP (son las siglas en inglés de Internet Protol, esto es Protocolo de Internet).
La dirección IP es análoga a una dirección postal. En una ciudad imaginaria en la que todo vecino puede potencialmente enviar y recibir datos, cada casa tiene una única dirección IP asociada. No existen dos casas con la misma y para cualquier comunicación es suficiente con conocer las direcciones IP implicadas.
En el mundo real, cada ordenador conectado a Internet tiene su dirección IP, y a partir de ahora cada objeto cotidiano dispondrá (ya sea de fábrica o porque se le adosa posteriormente) de un pequeño ordenador o circuito de comunicación que tiene una dirección IP única.
Independientemente de la posibilidad de “conectar” con objetos cotidianos, es claro que un elemento clave en la IdC es la capacidad de dotar a estos objetos de sensores que extraigan información útil. Obviamente, si del objeto no extraemos información mediante sensores no hay nada que transmitir, ya sea por Internet o por cualquier otro medio. Los sensores juegan por tanto un papel clave en este paradigma, y lo cierto es que se trata de un segmento con un crecimiento igualmente espectacular, con tendencias claras hacia la miniaturización, abaratamiento y empleo de nuevos principios físicos de medida. En otras palabras, tenemos cada vez más sensores que son capaces de capturar más información del mundo y de los objetos (y personas) que nos rodean y que son cada vez más pequeños y baratos.
Finalmente, no es justo terminar esta breve visión del Internet of Things sin mencionar el servicio igualmente importante que de forma paralela se presta como parte de otros conceptos como el Big Data y el Cloud Computing. Es obvio que la ingente cantidad de datos que puede generarse en el contexto de la IdC necesita sin duda de soporte para almacenamiento y análisis masivo de los mismos.
En este breve artículo hemos querido aportar una visión un tanto personal del paradigma de el IdC, aproximándonos a una definición de la misma y describiendo el significado y relevancia de algunos elementos clave que intervienen. De cara al futuro, la “frontera final” de el Internet of Things será posiblemente el uso cada vez mayor de la computación cognitiva, donde básicamente se busca analizar los datos automáticamente de forma parecida (¡o mejor!) a como lo harían los humanos, posibilitando la toma de decisiones inteligente.
Ejemplo de Internet de las Cosas o Internet Of Things
Como te hemos comentado, prácticamente cualquier objeto físico se puede transformar en un dispositivo de IoT si se puede conectar a Internet para controlarlo o comunicar información.
Una bombilla que se puede encender con una aplicación de teléfono inteligente ya es un dispositivo de IoT, al igual que un sensor de movimiento o un termostato inteligente en una oficina o una farola conectada.
Un dispositivo de IoT podría ser algo tan «esponjoso» como un juguete para niños o tan serio como un camión sin conductor.
Algunos objetos grandes pueden estar llenos de muchos componentes de IoT más pequeños, como un motor a reacción que esté lleno de miles de sensores que recopilan y transmiten datos para asegurarse de que esté funcionando de manera eficiente.
A una escala aún mayor, los proyectos de ciudades inteligentes o Smart Cities están llenando regiones enteras con sensores para ayudarnos a comprender y controlar el medio ambiente. Por ejemplo, la tecnología 5G tiene mucho que ver con esto.
El término IoT se usa principalmente para dispositivos que generalmente no se esperaría que tuvieran una conexión a Internet y que pueden comunicarse con la red independientemente de la acción humana. Por esta razón, un ordenador generalmente no se considera un dispositivo de IoT ni tampoco un teléfono inteligente, a pesar de que este último está repleto de sensores. Sin embargo, un reloj inteligente o una pulsera de fitness u otro dispositivo portátil puede contarse como un dispositivo de IoT.
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