Todos hemos oído hablar de la innovación en la banca. Tanto la digitalización como la globalización también están afectando a este sector muy tradicional. No es que fueran los primeros en subirse a la ola, el dinero es un tema dónde mejor andar con pies de plomo (si fueran de oro aún mejor), porque constituye la infraestructura para otras actividades económicas. Estos días estamos asistiendo al surgimiento de las llamadas Fintech, innovadoras de la tecnología financiera, como bien indica su nombre. Ahí tenemos modernizaciones relacionadas con pagos, tema de macrodatos o Big Data, y ¿quién no sabe sobre Bitcoin?
Si lo viéramos bajo la perspectiva de los actores del ecosistema de innovación, ¿podemos entrever algo más? Tal vez hasta algo más disruptivo y más sistémico.
Índice de contenidos
Innovación en la banca ¿Quién, cómo y dónde?
Apliquemos el modelo dinámico con la perspectiva multinivel de la hélice de innovación. Es una ilustración del proceso que suele llevarse en ciclos largos, de varias décadas a puro estilo Kondratieff.
De esta manera tenemos a los actores como:
- Gobierno (las así llamadas entidades supervisoras y reguladoras internacionales, además de bancos centrales)
- Industria bancaria (los supervisados bancos y entidades financieras sin la licencia bancaria, pero también la banca en la sombra… de los circuitos regulatorios)
- Universidad y escuelas de negocio con sus ideas y teorías (gracias a la cual tenemos esta entrada al blog)
- Sociedad con sus comunidades, y como no, el tan necesario mantra de nuestros tiempos – el medioambiente.
Los actores interactúan, compiten y colaboran, haciendo de la innovación un acto de inteligencia (o estupidez) colectiva, influenciando y siendo impactados por el entorno en el que la innovación se desarrolla.
Cuando contemplamos este gráfico de la estructura tradicional, las proporciones no se deben de tomar en cuenta, porque la banca en la sombra asociada a la demanda M4, supone más de 120% del PIB Mundial (cifra de FSB), donde el dinero M1 vinculado a la economía real es solamente 4-6%. Y el quid de la cuestión está en ¿qué parte van a alimentar las innovaciones?, por ejemplo, la misma Libra de Facebook y la disyuntiva del Congreso de Estados Unidos va en este sentido.
El área del Gobierno conlleva las regulaciones, que van avanzando, supuestamente inyectando más estabilidad y confianza, pero también incrementando costes de implantación en sistemas que necesitan de escala para sostenerse y, además, aumentan las barreras de entrada para los nuevos emprendimientos. Menos competitividad, menos flexibilidad, más fragilidad a la larga. Las resoluciones a temas de liquidez, como bajadas de tipos de interés entre otros, quitan el valor del tiempo de la ecuación y otra vez más provocan la erosión de la base de beneficios para el sector. Estabilidad a corto plazo, y ¿qué pasa con la sustentabilidad a largo plazo? ¿Quid pro quo?
La tecnología: punto clave en la innovación de la banca tradicional
El sistema bancario responde a las necesidades del negocio que, si ya consigue hacerse con la introducción de regulaciones y reservas necesarias, se concentra en la competitividad. Las innovaciones se anuncian con mucha solemnidad y pompa, y de paso se cubre el así llamado déficit tecnológico de los sistemas legacy de los bancos.
Como el fin último, las Fintechs exitosas van engrosando a las Big Tech, FAANG (Facebook, Amazon, Apple, Netflix, Google), que son realmente las competidoras temidas por sector. También están las cuestiones de biometría, ciberseguridad, pero ésta es la guerra de los sistemas informáticos en general, y no solamente de la banca. Parece que se tiene en cuenta cada vez más la ‘transición ecológica’, ya no es el tema de financiar el desarrollo de la energía renovable, la revelación consiste en dejar de financiar la energía que no lo es, como es el caso del sector petrolero o de carbón.
La academia y la sociedad parecen darse cuenta de lo que conlleva la así llamada época de Antropoceno, con su impacto perverso sobre el medioambiente. No es solamente la financiación de la economía insostenible, es el impacto procíclico de la banca sobre las prioridades estratégicas, especialmente en los tiempos de crisis. Se comprueba que traen más desigualdad y ponen el foco en temas ‘urgentes’, la emergencia medioambiental se deja a nivel de declaraciones de buenas intenciones, sin poner en marcha propuestas sistémicas.
Y ahora ¿dónde están las prometidas perspectivas de innovación en la moneda? Veamos primero algunos conceptos clave que nos permiten estructurar el tema. Así, nos recordaremos con la gráfica siguiente ¿qué entendemos por dinero? Al menos, qué entendemos tradicionalmente.
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¡Me interesa!Y ¿cuáles son las propiedades del dinero?
De acuerdo con ello las formas del dinero fueron evolucionando.
La diferencia entre el dinero metálico y signo es si tiene su respaldo en oro. Dentro de la moneda digital estarían las criptomonedas, respaldadas y minadas gracias a los algoritmos. Un paso más allá, hay propuestas revolucionarias de minar las emisiones, a través de la moneda basada en el secuestro del carbón de la atmósfera. Formas de dinero conllevan a los actores que emiten o que pueden emitir de dinero, en sus diferentes formas de materialidad.
Con este recuadro (y concepto) volvemos a la promesa inicial, porque vincula a los actores de la hélice de innovación con la innovación sistémica del sector de la banca y moneda.
Por ahora la emisión está centrada en la Banca que por algo es Central. Gracias a la irrupción de tecnología se hace posible la emisión de la moneda digital por los bancos centrales. Esta posibilidad se está revisando como una opción en Suiza, China, y más. Así, en principio, todos podríamos tener nuestra cuenta en el Banco Central, con el viraje que esto supondría.
Es más, algunos abogan por una entidad global. Experimentando con blockchain, los bancos privados están tentando con sus monedas digitales. Y también, las empresas, volviendo a la Libra de Facebook, o con el tema de ICOs (Initial Coins Offerings) que serían una alternativa a la Oferta Pública de Venta con salida a la bolsa y cambio de (en este caso tokens) dinero por acciones. Y ¿cuál es otra vez el quid de la cuestión? Pues sigue en la responsabilidad de rendición de cuentas y en general, la gestión (¿democrática?) del proceso y la distribución de beneficios.
Conclusión
Todo esto, sobre la moneda global. No obstante, un campo de batalla, no menos relevante, está en el dinero, con diferentes fórmulas, monedas llamadas complementarias, locales, sociales. Estás monedas además no necesariamente tendrían que ser escasas, y, muchas veces por su rápida pérdida de valor, en vez de alimentar la competencia, incentivan la colaboración. Los beneficios no se concentrarían tanto en un lejano centro emisor, sino en la comunidad misma.
Estas propuestas podrían ayudar a reconstruir un sistema bancario que soporte e incentive el intercambio de valor (no tanto la especulación), más robusto, más eficiente en cuanto a la distribución de ganancias y por ende más resiliente y mucho más sostenible. Como dirían los metamodernos, hay que abrir la mente y ‘atraverse a saber’ y probar. Si quieres saber más, consulta el artículo (en inglés).
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