Cuando hablamos de globalización de las ventas o internacionalización del producto aun conservamos ciertos prejuicios que hacen ver estos términos como algo limitado a las grandes multinacionales o a productos de un sector muy específico.
Nada más lejos de la realidad. En el siglo XXI, donde las fronteras comerciales tienden a desaparecer y las medidas proteccionistas cada vez se observan más como obstáculos que como escudos protectores, afrontamos unos mercados mil millonarios medidos en número de consumidores. Las tecnologías de la información hacen que una negociación internacional sea tan inmediata como una local. Por lo tanto las leyes y normativas de índole local, regional o nacional serán el único obstáculo operativo junto con la protección física del producto y su coste de transporte asociado que pueden hacer de una venta fuera de nuestras fronteras algo más singular en nuestro negocio.
En Europa en general y en España en particular, la acuciante crisis económico financiera con un fuerte impacto en el consumo interno, ha obligado a afrontar canales de venta hasta ahora desconocidos. Ello va a redundar de forma estructural en un futuro comercial y financiero mucho más robusto y preparado para evitar o paliar tsunamis financieros como el vivido desde 2008.
Miles de empresas han decidido pasar de un mercado de unos cientos de miles de consumidores potenciales a muchos millones de ellos apoyándose en la demanda fuera de las fronteras nacionales. Miles de empresas, pymes en su mayoría, han dado el salto y han decidido que el mundo comercial no se termina en nuestro país ni siquiera en nuestro entorno más cercano.
Es un tópico decir que una crisis es una oportunidad, pero en este caso ha sido un hecho. Se ha vivido una revolución comercial donde el origen y destino de los productos se ha convertido en algo sin precedentes en la historia del comercio mundial y que está abriendo puertas a nuevos hitos de magnitud incalculable, como pueden ser acuerdos comerciales entre potencias mundiales (Europa y EEUU siguen negociando para dotar de un acuerdo de libre comercio entre sus demarcaciones geográficas).
Queda aún por ver cómo van a actuar las pymes cuando pasemos a una nueva situación donde quizá exportar no sea una necesidad y sí una elección. Mi pronóstico es que las empresas que decidan emprender el camino global serán más sostenibles, rentables y con mayor potencial de crecimiento a futuro.
Todo este proceso que se ha tornado necesario, evidente y de éxito también ha dejado víctimas por el camino por no saber afrontar los diferentes requisitos de los mercados exteriores. Es un proceso lógico pero complejo donde hay que contemplar costes asociados a los procesos (aranceles, transportes, etc) y a los productos (packaging, formatos, diseños, promoción, etc) que hasta ahora no eran necesarios, a cambio de mayores volúmenes con mayores márgenes.
Apoyarse en profesionales del sector que aúnen la experiencia necesaria para dar los primeros pasos se hace algo necesario. Invertir en ayuda es invertir en futuro y en un cambio de negocio que sin duda dotará de mayor solvencia sostenible las cuentas de resultados de las empresas que deciden dar el salto.
En respuesta a esta nueva realidad, en IEBS contamos con un Postgrado en Comercio Internacional, con el objetivo de formar profesionales cualificados para la nueva realidad del mercado global. Además, la autora de este post imparte este curso sobre Introducción al Comercio Exterior: Primeros pasos para exportar ¡Ya no tienes excusas para no formarte!